COP30 marca un nuevo capítulo tras 30 años de promesas climáticas incumplidas

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El 10 de noviembre comenzará en Belém, Brasil, la Conferencia de las Partes número 30 (COP30) de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC). La cita —que reunirá a más de 60.000 delegados, científicos, activistas y jefes de Estado— se desarrollará en el corazón de la Amazonia, el ecosistema más emblemático y amenazado del planeta.

Pero más allá del escenario y los discursos esperados, esta cumbre marcará también tres décadas de negociaciones internacionales que, pese a las advertencias científicas y las promesas políticas, no lograron frenar el calentamiento global.

El propósito original de la CMNUCC, firmada en 1992 en la Cumbre de Río, era claro: evitar una interferencia peligrosa de las actividades humanas sobre el sistema climático. Sin embargo, desde entonces la concentración de dióxido de carbono (CO₂) en la atmósfera pasó de 355 partes por millón (ppm) a más de 424 ppm en 2025, superando ampliamente el umbral de seguridad de 350 ppm propuesto por los científicos.

A lo largo de estas tres décadas, las conferencias climáticas (COP) se multiplicaron en tamaño y cobertura mediática, pero las emisiones globales de gases de efecto invernadero no dejaron de aumentar. Las proyecciones del IPCC (Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático) advierten que el mundo podría superar los 1,5 °C de aumento promedio de temperatura antes de 2035, un límite considerado crítico para la estabilidad del clima global.

De Kioto a París: las promesas incumplidas

  • COP1 (Berlín, 1995): dio inicio a un proceso de diálogo diplomático que, por entonces, buscaba compromisos jurídicamente vinculantes.

  • COP3 (Kioto, 1997): produjo el primer acuerdo global con metas obligatorias de reducción de emisiones para los países industrializados. Sin embargo, Estados Unidos nunca lo ratificó y varios países se retiraron años después.

  • COP15 (Copenhague, 2009): prometía un acuerdo global ambicioso, pero terminó en un documento sin fuerza legal. Fue uno de los momentos de mayor frustración del proceso.

  • COP21 (París, 2015): reavivó la esperanza con el Acuerdo de París, que estableció metas nacionales voluntarias (NDCs) y el compromiso de mantener el calentamiento por debajo de 2 °C. No obstante, la falta de sanciones y la débil ambición de los compromisos nacionales han dejado al acuerdo en una situación crítica.

  • COP28 (Dubái, 2023): celebrada en un país petrolero y presidida por el CEO de una empresa de hidrocarburos, simbolizó la contradicción estructural del sistema: las mismas naciones y corporaciones responsables de las emisiones lideran los debates sobre cómo reducirlas.

Belém 2025: la Amazonia como símbolo y desafío

La elección de Belém —en el corazón amazónico— busca subrayar la urgencia de proteger los bosques tropicales y promover una transición energética justa. Brasil, bajo el liderazgo de Luiz Inácio Lula da Silva, intenta recuperar su papel como mediador ambiental y actor clave del Sur Global.

El gobierno brasileño promete centrar la COP30 en tres ejes:

  1. Reforestación y protección de ecosistemas críticos.

  2. Financiamiento climático justo y accesible.

  3. Transición energética inclusiva, con atención a las desigualdades.

Sin embargo, la deforestación en la Amazonia continúa, el agronegocio mantiene su poder político y la presión de los lobbies fósiles sigue siendo intensa. Belém será, por tanto, tanto un escenario de esperanza como de contradicción.

Negacionismo, poder económico y la parálisis global

El negacionismo climático, encarnado por líderes como Donald Trump o Javier Milei, ha debilitado la acción internacional al cuestionar la ciencia y desmantelar políticas ambientales.
Pero incluso los gobiernos que reconocen la crisis climática mantienen economías basadas en combustibles fósiles y monocultivos.

El poder del sector petrolero, minero y agroindustrial sigue moldeando las decisiones globales. Las empresas energéticas invierten más en marketing “verde” que en transformación estructural, mientras que los países más ricos incumplen sistemáticamente los fondos prometidos para la adaptación y mitigación en el mundo en desarrollo.

Después de tres décadas, la diplomacia climática parece atrapada en su propio laberinto. Cada COP promete un punto de inflexión, pero los resultados son cada vez más marginales frente a la magnitud del problema.

El calentamiento global ya es una realidad medible, con récords anuales de temperatura, olas de calor extremo, incendios forestales, huracanes más intensos y pérdidas irreversibles de biodiversidad.

Las palabras ya no alcanzan. El planeta no negocia, y el tiempo se agota.