COP30: la presión por abandonar los combustibles fósiles marcó la cumbre, aunque no quedó reflejada en el texto final
Aunque el documento final de la COP30 no explicitó el tan reclamado compromiso de abandonar los combustibles fósiles, la discusión sobre su eliminación fue, sin dudas, el tema dominante de las últimas dos semanas. La conversación atravesó plenarios, pasillos y actividades paralelas, y por primera vez se sintió con claridad cómo la presión social logró colarse en las salas de negociación.
El llamado a dejar atrás el petróleo, el gas y el carbón estuvo en boca del presidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva, resonó en las intervenciones de más de 80 países —mencionados incluso en el artículo 18 del Mutirão— y fue bandera de las organizaciones de la sociedad civil que ocuparon las calles de Belém.
La calle entró en la negociación
Este año dejó una señal inédita: la agenda del “afuera” logró influir en el “adentro”. Las movilizaciones, los foros climáticos y la presión ciudadana ampliaron el margen político para que la eliminación de los fósiles dejara de ser una conversación marginal y pasara a instalarse como eje estructural de la transición energética.
Pese a que esa demanda no se tradujo todavía en un compromiso formal dentro del texto negociado, el nivel de consenso —y de urgencia— alcanzado marca un punto de inflexión. Nunca antes, en una COP, la discusión sobre el abandono de los combustibles fósiles había tenido un volumen tan alto ni una presencia tan transversal entre países, bloques negociadores y actores sociales.
Un avance político: nuevos programas de trabajo
En el plenario final, el presidente de la COP30, André Corrêa do Lago, anunció la creación de dos programas de trabajo de dos años que comenzarán a delinear las hojas de ruta para:
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La transición energética y la eliminación progresiva de los combustibles fósiles
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La lucha contra la deforestación, otro de los temas urgentes para Brasil y la región amazónica
Estos programas no sustituyen la necesidad de compromisos más explícitos, pero sí representan un avance político: institucionalizan la discusión y garantizan que los temas se seguirán negociando con mayor profundidad, técnica y presión pública en el camino hacia próximas cumbres climáticas.
Un mensaje que no se borra
Aunque el texto final no refleje plenamente el espíritu que se vivió en Belém, la COP30 dejó un mensaje claro: la transición energética justa ya no es una opción sino una dirección inevitable. La fuerza de la sociedad civil y el creciente número de países a favor de abandonar los fósiles indican que el debate global ya cambió de fase.
La COP de este año no cerró todas las brechas, pero dejó al mundo un rumbo más nítido: la era de los combustibles fósiles está entrando en su capítulo final, y el desafío ahora es cómo, cuándo y con qué justicia se transitará ese camino.