Rafael Sanjurjo López: “financiamiento y educación, claves para la transición circular”
Durante el Congreso Mundial ISWA 2025, el español Rafael Sanjurjo López, CEO de Bee’ah Group —empresa líder en gestión integral de residuos con sede en Sharjah, Emiratos Árabes Unidos—, compartió su visión sobre los desafíos globales hacia una economía circular real. Con más de 18 años de experiencia en Medio Oriente, Sanjurjo destacó las brechas regionales, la necesidad de infraestructura y financiamiento, y el rol clave de la educación para cambiar la mentalidad colectiva.
—¿Cómo ves el contexto internacional en materia de residuos y economía circular?
—Lo que percibo es una clara diferenciación entre regiones. En el norte global hay mayor desarrollo de infraestructura y regulación, mientras que en el sur, especialmente en América Latina, falta ese paso adelante. He visto en estas jornadas que la región necesita fortalecer su infraestructura de reciclaje y consolidar un marco regulatorio más firme para incrementar la valorización de materiales. Pero no es un problema exclusivo de Latinoamérica: es algo que pasa a nivel global.
—Mencionaste que el reciclaje local sigue siendo un desafío.
—Exacto. Lo vemos en todas partes. Hay países que cuentan con sistemas de contenerización y una ciudadanía concienciada, pero el siguiente paso —la valorización y el reciclaje en origen— no se da. Muchos materiales terminan exportándose, con el costo logístico y ambiental que eso implica. No tiene sentido que algo producido y consumido en un país termine generando beneficios en otro, y que luego compremos ese mismo material reciclado como si fuera virgen.
—¿Qué falta para romper ese círculo no virtuoso?
—Primero, financiamiento. Si no proviene del Estado —porque muchas veces los gobiernos no pueden sumar más tasas al ciudadano—, debe venir de otros mecanismos. La conciencia ciudadana y empresarial es fundamental. Las industrias tienen que incorporar ecodiseño desde el origen. Además, deberían implementarse sistemas como la Responsabilidad Extendida del Productor y el ‘pay as you throw’, es decir, que cada uno pague según los residuos que genera. Cuando el ciudadano ve el impacto directo en su bolsillo, empieza a cambiar su comportamiento.
—¿Hay modelos exitosos que puedan servir de referencia?
—Los países nórdicos son un buen ejemplo, no porque sean más inteligentes ni solo por su capacidad económica, sino porque son sociedades homogéneas. Tienen un mismo código cultural y eso les permite transmitir un mensaje uniforme. Por eso alcanzan tasas de reciclaje superiores al 90%. De hecho, algunos deben importar residuos para mantener operativas sus plantas de incineración.
En cambio, en países más grandes y diversos —como España, Argentina o Alemania— es mucho más complejo: hay distintos sesgos culturales y percepciones sobre qué significa “limpieza” o “reciclaje”. El mensaje tiene que adaptarse a esa diversidad.
—¿Y cuál es el rol de la educación en esta transformación?
—Es clave. No podemos pretender cambiar la mentalidad de quienes ya fueron formados de otra manera. El cambio tiene que empezar desde abajo, con los niños. Hay que enseñarles que el planeta no nos pertenece. Me gusta decir que la Tierra es como un departamento alquilado: hay que dejarla igual o mejor de como la recibimos.
En Medio Oriente, donde hay escasez de agua y tierra, es fácil mostrar la conexión entre el daño ambiental y la pérdida de calidad de vida. Cuando los chicos entienden eso, lo transmiten a sus padres y a las generaciones futuras.
—¿Con qué mensaje te gustaría cerrar?
—Que necesitamos sentar a la mesa a los cuatro sectores: el público, el privado, la academia y la sociedad civil. Sin cooperación, no hay avance posible. Todos estamos en el mismo avión llamado planeta Tierra, y solo trabajando juntos vamos a garantizar que llegue a destino en buenas condiciones.
