¿Quién se queda con la COP31?

COP Turquia

Mientras la comunidad global celebra la designación de Etiopía como sede de la COP32, tras una intensa competencia con Nigeria, la edición anterior —la COP31, prevista para 2026— continúa envuelta en una incertidumbre que preocupa tanto a diplomáticos como a actores del sector climático.

A diferencia de años anteriores, donde la sede se confirmaba con mayor antelación para garantizar la planificación logística y política, esta vez el proceso quedó trabado por una combinación de intereses geopolíticos y movimientos inesperados.

Australia y el Pacífico: una propuesta que no termina de despegar

La opción inicialmente más firme era la de Australia, que propuso organizar la COP31 en formato conjunto con países del Pacífico. La iniciativa buscaba enviar un mensaje potente: colocar en el centro a los Estados insulares, algunos de los más vulnerables a la crisis climática y defensores históricos de la acción internacional más ambiciosa.

Sin embargo, la candidatura —que en principio contaba con buenos respaldos— comenzó a complicarse por tensiones diplomáticas y cuestionamientos internos dentro del propio bloque regional. Para varios países del Pacífico, la alianza con Australia no resulta automática: persisten reclamos por su historial climático y su dependencia del carbón, lo que generó reservas a la hora de impulsar una propuesta en conjunto.

La jugada inesperada de Turquía

En medio de ese escenario apareció un actor que nadie preveía: Turquía. Su candidatura tardía, presentada el año pasado, reconfiguró la discusión e introdujo un elemento de competencia directa por el liderazgo de la COP31.

El vicepresidente turco, Cevdet Yilmaz, declaró el jueves que Turquía ha anunciado formalmente su candidatura para albergar la cumbre climática COP31 en 2026, al tiempo que expresó la determinación del país de fortalecer la agenda climática mundial y servir de puente entre el Sur y el Norte global en la lucha contra el cambio climático.

Ankara busca reposicionarse en la diplomacia climática internacional y considera que asumir la sede en 2026 sería una señal clara de su compromiso ambiental y su capacidad de articulación regional. Su irrupción dejó descolocada a la propuesta Australia–Pacífico, que hasta ese momento avanzaba casi sin rivales.

Un limbo que preocupa

Con la COP32 ya adjudicada a Etiopía y con 2026 cada vez más cerca, la falta de definición genera inquietud. Las próximas cumbres implicarán decisiones clave para acelerar la acción global hacia 2030 y cumplir los compromisos del Acuerdo de París. Sin una sede confirmada, los preparativos se demoran y el proceso diplomático pierde previsibilidad.

Por ahora, la pregunta sigue abierta: ¿quién llevará la posta climática en 2026?
Australia insiste, Turquía presiona y el tiempo corre.